Me gusten o no, las películas de Disney me parecen minas de las que sacar auténticas lecciones morales. Y no me refiero a que con ellas pueda dormir tranquilo pensando que “el amor y la amistad están por encima de todo” (que va a ser que no), sino a que consiguen despertar mi sentido más crítico.
Por ejemplo, desde hace un tiempo no puedo evitar pensar que Bella siempre estuvo equivocada, que la jugada le salió bien porque al final Bestia resultó ser un príncipe bien mono. Pero si hubiera o hubiese sido más feo que una hiena, esa unión conyugal (o no) habría durado lo que me dura a mí un cigarrillo. No me creo creo que el físico no cuente a la hora de enamorarse. No creo que la personalidad lo sea todo. No me lo creo. Ni harto de coca.
Me pregunto por qué existe esa convención social (de la que yo no puedo dejar de ser cómplice) que dice que una persona que vive por cultivar su mente es una persona interesante, mientras que alguien que cultiva su cuerpo es poco menos que un lerdo. Por lo que veo en los demás y por mi propia experiencia sé que cuidar y mejorar el aspecto es una tarea bastante difícil y cargante. Igual que cultivar el intelecto, ni más ni menos.
Habrá quien diga que lo realmente importante es lo de dentro. Yo sigo pensando que nunca podría enamorarme de una persona completamente desfigurada. De hecho creo que nadie podría hacerlo. Y no por eso debería sentirme superficial.Habrá quien diga que el físico es algo efímero. Y yo sigo pensando que nuestra forma de ser también lo es: la persona que somos cuando nacemos es radicalmente diferente de la que somos cuando morimos. Esto se puede ver fácilmente si nos ponemos a leer algo que hayamos escrito hace cinco o diez años (cuesta reconocer la identidad de tus propios pensamientos tanto tiempo después). Vamos, que es muy fácil convertirse en un gilipollas de la noche a la mañana (se me vienen a la cabeza algunos casos...).
Con el año nuevo tan cerca me he propuesto romper estos viejos prejuicios. Y convencerme de que enamorarse de una persona sólo por su forma de ser es tan superficial como hacerlo sólo por el físico. Al menos, para mí, la clave está en el equilibrio. Bella tuvo (mucha) suerte, nada más.
Me pregunto por qué existe esa convención social (de la que yo no puedo dejar de ser cómplice) que dice que una persona que vive por cultivar su mente es una persona interesante, mientras que alguien que cultiva su cuerpo es poco menos que un lerdo. Por lo que veo en los demás y por mi propia experiencia sé que cuidar y mejorar el aspecto es una tarea bastante difícil y cargante. Igual que cultivar el intelecto, ni más ni menos.
Habrá quien diga que lo realmente importante es lo de dentro. Yo sigo pensando que nunca podría enamorarme de una persona completamente desfigurada. De hecho creo que nadie podría hacerlo. Y no por eso debería sentirme superficial.Habrá quien diga que el físico es algo efímero. Y yo sigo pensando que nuestra forma de ser también lo es: la persona que somos cuando nacemos es radicalmente diferente de la que somos cuando morimos. Esto se puede ver fácilmente si nos ponemos a leer algo que hayamos escrito hace cinco o diez años (cuesta reconocer la identidad de tus propios pensamientos tanto tiempo después). Vamos, que es muy fácil convertirse en un gilipollas de la noche a la mañana (se me vienen a la cabeza algunos casos...).
Con el año nuevo tan cerca me he propuesto romper estos viejos prejuicios. Y convencerme de que enamorarse de una persona sólo por su forma de ser es tan superficial como hacerlo sólo por el físico. Al menos, para mí, la clave está en el equilibrio. Bella tuvo (mucha) suerte, nada más.