A riesgo de perder los pocos puntos de simpatía que poco a poco me he ganado con este blog, hoy quiero confesar que soy un ferviente defensor del humor negro. Ya me han tachado de maleducado varias veces, así que no será novedad si alguno/a de vosotros/as acaba desarrollando cierto desprecio hacia mí cuando digo que sigo riéndome con chistes sobre la muerte de Lady Di, la desaparición de Madeleine o la siempre socorrida Irene Villa.
Por suerte (o por desgracia), hace relativamente poco tiempo conocí a una persona con un gusto tan macabro, o más, que el mio. Y lo que el otro día comenzó como un recital telefónico de humor cruel acabó derivando a un intenso debate sobre el turbio asunto de los pepinillos españoles. La conclusión fue clara: hay muertes decentes y muertes ridículas.
Desde luego, "muerte por pepinillo" no es precisamente la forma más gloriosa de abandonar este mundo. Y se me ocurren muchos más ejemplos: asfixiarte con una pepita de aceituna, resbalar y romperte el cuello con la taza del water, ser atropellado por un carrito de helados, electrocutarte por mear en una toma de corriente, sufrir un infarto mientras practicas sexo... Cosas como estas son las que hacen que las familias guarden silencio y acaben convirtiendo la muerte en un tema tabú.
Por suerte (o por desgracia), hace relativamente poco tiempo conocí a una persona con un gusto tan macabro, o más, que el mio. Y lo que el otro día comenzó como un recital telefónico de humor cruel acabó derivando a un intenso debate sobre el turbio asunto de los pepinillos españoles. La conclusión fue clara: hay muertes decentes y muertes ridículas.
Desde luego, "muerte por pepinillo" no es precisamente la forma más gloriosa de abandonar este mundo. Y se me ocurren muchos más ejemplos: asfixiarte con una pepita de aceituna, resbalar y romperte el cuello con la taza del water, ser atropellado por un carrito de helados, electrocutarte por mear en una toma de corriente, sufrir un infarto mientras practicas sexo... Cosas como estas son las que hacen que las familias guarden silencio y acaben convirtiendo la muerte en un tema tabú.
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El hombre que marcó un antes y un después en el oficio de la mastrubación. |
Creo que en el fondo todos deseamos tener un final digno, como en las películas: una enfermedad más o menos extraña, un asesinato perpetrado por algún profesional, un accidente de coche, o simplemente morir de viejo, postrado en una cama, rodeado por toda tu gente y despidiéndote con unas impactantes últimas palabras.