No me gusta nadita que la gente que no me conoce se tome demasiadas confianzas conmigo.
Y eso también incluye a quienes presentan informativos en televisión.
Y eso también incluye a quienes presentan informativos en televisión.
Sigo sin entender muy bien por qué alguien tuvo la feliz idea de hacernos creer que esa gentuza forma parte de nuestra familia más cercana. Y lo digo porque estoy harto de ese falso colegueo que se gastan, esos chascarrillos sin gracia, esa actitud de buenrollismo y, por encima de todo lo demás, ese laissez-faire pasado de revoluciones con el que nos están llamando imbéciles de una forma tan educada que hasta parece que da gustirrinín.
¿No hay noticias? ¡No pasa nada! Seamos simpáticos durante media hora y tiremos de vídeos del youtube, de anécdotas de Carla Bruni o Barack Obama (lo reconozco, los detesto) y del bendito cadáver de Michael (cuyo hedor, por cierto, ya se instaló en mi nariz por una larga temporada).
Detesto a los comentaristas deportivos y su masculina chulería al estilo "decidle-a-la-becaria-que-nos-traiga-una-birra-mientras-comentamos-las-noticias". Patearía al hombre del tiempo y su falta de sensibilidad (porque lo que le falla no es el sentido del humor, sino la poca conciencia que tiene de los derechos humanos).
A ti, imbécil. No quiero que seas simpátic@. No necesito que me caigas bien. Sólo quiero que me informes. Y manteniendo las distancias, si no te importa.