jueves, 10 de marzo de 2011

El orden natural.

En Vigo hay un restaurante, de nombre Gálgala (aquí la página web), que es conocido por tres cosas: una, por ser de comida exclusivamente vegetariana (a la cual estoy a puntito de afiliarme, por cierto); dos, por vender pequeñas obras de arte; y tres, por organizar de vez en cuando un concurso de microrrelatos. Ni corto ni perezoso, y con la esperanza de ganar una comida gratis para dos personas, decidí participar (eso sí, enviando mi relato en el último momento y sin estar muy convencido del resultado).

Esta misma mañana me ha llamado una de las responsables del local para decirme que he ganado esta edición del concurso. Y yo, que tengo una nula capacidad de respuesta ante cualquier sorpresa, solo he sabido decir "gracias" una docena de veces mientras ella no dejaba de repetir "enhorabuena". Al margen de ese bucle (casi) infinito de felicitaciones y agradecimientos, la conversación no tuvo mucho más contenido. Así que para celebrar mi victoria (no os imagináis lo enamorado que estoy de mí mismo en estos momentos) y mi abominable torpeza comunicativa, os dejo con el relato.



EL ORDEN NATURAL

Un sapo voluminoso vio resplandecer a su lado a una luciérnaga. Se quedó observando los segmentos de su abdomen, que brillaban con una hipnótica luz verdosa. Era la primera vez que se topaba con un ser tan bello y se sintió conmovido: su estómago se agitaba, la sangre corría con violencia por su cuerpo obeso, su mente se estaba nublando de amor. Con cierta torpeza se arrastró hacia ella hasta tenerla a escasos milímetros de su boca. Durante varios segundos permaneció inmóvil erguido sobre sus robustas patas delanteras, mirándola, escogiendo las palabras exactas con las que ganarse su corazón, preparándose para el beso perfecto. Llegado ese instante, recordó que él no era más que un sapo, un animal que no puede besar ni tampoco hablar, y mucho menos amar. Así que abrió la boca y, con un lengüetazo, la engulló.


N. del A.: por cierto, que aún tengo que decidir quién me acompañará.