miércoles, 21 de julio de 2010

La vergüenza (o Apocalipsis 2.0).

Hubo un tiempo en el que yo tuve una cuenta en el Fotolog, la cual se borró accidentalmente. Cuando aún estaba en pleno duelo decidí crear una segunda cuenta para poder continuar con mi aportación social. Ahora que lo veo con cierta perspectiva, respiro aliviado al saber que ciertos recuerdos que en la actualidad me provocarían vergüenza han desaparecido en el infinito de la red. Y me pregunto cuántas personas habrán cerrado sus flogs de forma deliberada para borrar episodios del pasado.
Esta idea me vino a la mente la semana pasada, hablando precisamente del Fotolog. Durante esa conversación me surgió una idea que bien podría ser el argumento de una película de serie B: imaginé un nuevo apocalipsis, pero no uno de esos con meteoritos, ni zombies, ni máquinas superinteligentes. Vi un fin del mundo en el que todas las cuentas de Fotolog que alguna vez existieron y fueron borradas se reactivaran y volvieran a ser visibles a los ojos de todos, así, sin explicación aparente, como un fenómeno paranormal.

Hasselhoff: del germano Hassel (el que no lleva) + Hoff (ropa interior).

La pudorosa adolescencia de millones de (sub)adultos saldría a la luz. Todas esas fotos de nuestro pasado que pensábamos que molaban volverían a la vida para atormentarnos. Todos esos textos con los que nos sentíamos filósofos, literatos o simplemente guays sólo servirían para dejarnos en evidencia. Sería la vergüenza.

Los primeros en sufrirlo serían los propietarios de los egologs, pobres víctimas de una adolescencia marcada por la inseguridad y una baja autoestima. Morirían devorados por especies superiores sin posibilidad de defenderse.

Luego caeríamos (y aquí me incluyo) los que usamos el Fotolog como vía de expresión humorística/artística. Nos daríamos cuenta de lo poco originales que eran nuestros chistes y de la nula capacidad que teníamos para apreciar la belleza del mundo. Moriríamos a manos de nosotros mismos, suicidándonos de maneras peculiares para intentar abandonar el mundo con gracia (pero no lograríamos hacer reír a nadie).

Finalmente desaparecerían los ignorantes, los que escribían en latino (que no en castellano), los que escribían punto (.) después de la interrogación (?), los que no diferenciaban entre haber y a ver, los terroristas de la lengua a los que les daba igual c que k y escribían mezclando MayÚsKUla$ y miNú$kuLAs... Perecerían por inanición, al ser rechazados y discriminados por las castas superiores (que todo el mundo sabe que son la gente culta e inteligente).

Todos los demás irían desapareciendo lentamente sin apenas llamar la atención: los fotologueros románticos, los que se crearon una cuenta y sólo actualizaron una vez, los críticos musicales y cinematográficos...

Sólo sobrevivirían aquellos que jamás crearon una cuenta en el Fotolog. Un nuevo génesis de personas que nunca fueron 2.0.

miércoles, 14 de julio de 2010

Impredecible.

Si hay algo que se reproduce más rápidamente que los conejos, son las teorías (me escuece oír esta palabra usada con tanta ligereza) sobre las relaciones de pareja: que si buscamos que nuestro novio se parezca a nuestro padre (o a nuestra madre, en el caso de las novias), que si los hombres que más ligan son los que más se parecen a una mujer, que la infidelidad se lleva en los genes...

Una de las más curiosas es la que dice que las parejas más estables y duraderas son aquellas en las que los dos miembros están empatados en belleza. O sea, los feos con los feos y los guapos con los guapos. Me pregunto cómo cuantificó eso quien elaboró el postulado (¿un tribunal de expertos en guapología, quizá?), o qué clase de implicaciones puede tener para el futuro de la raza humana.

Otra, bastante arraigada en la cultura popular, es la que dice que el primer amor es el más grande y el que nunca se olvida. Como Rocío Jurado. Pero, ¿cuál es ese primer amor? En mi caso no acabo de verlo muy claro... ¿La niña que decidió ser mi novia en la guardería? ¿La chica por la que me quedé pillado en el colegio? ¿El primer chico con el que estuve saliendo (no sé si durante una semana o dos meses)?

La última que he escuchado (y que me ha encantado, no por veraz sino por original) es que las relaciones que funcionan son las impares. Es decir: en la primera relación lo das todo, en la segunda estás tan resentido que eres un hijo de puta, en la tercera ya te has recuperado y lo vuelves a dar todo, en la cuarta de nuevo eres un cabrón... y así hasta el infinito (o hasta donde nuestras artes amatorias nos lleven). Aquí la duda está en saber si los polvos, los rollos y los follamigos cuentan, o si sólo tenemos que quedarnos con las relaciones serias.

"Do you love me?", asked the old woman. "As long as you are my ugly number five", was answered.


No tengo absolutamente ningún motivo para creer en ninguna de estas teorías. De hecho, no entiendo por qué algunas personas se obsesionan buscando fórmulas para explicar y predecir su propia historia romántica. Francamente (recomiendo a los sensibles al azúcar que dejen de leer en este momento), para mí lo más bonito del amor es precisamente su aleatoriedad. ¿Qué gracia tendría si pudiéramos controlarlo?

Dos cosas están bien claras: de peces está el mar lleno. Y de tonterías, también.

domingo, 11 de julio de 2010

Lo que me separa de la mala educación.

Estoy en la estación, comprando mi billete de vuelta. Detrás de mí hay bastantes personas haciendo cola. Cuando termino en la ventanilla me giro y me acerco a mi novio. Nos dirigimos hacia la salida para tomar un poco el sol mientras no llega el tren. Justo antes de atravesar la puerta oigo mi nombre. Miro a mi alrededor hasta ver una cara en medio de la multitud. Es una chica, con el pelo echado hacia atrás y unas grandes gafas de sol. Me resulta familiar, pero no la identifico hasta muestra sus ojos y habla: es una antigua compañera de clase.

- ¡Hola Edu! ¿Qué tal?
- ¡Muy bien! ¡Cuánto tiempo! ¿Y tú qué tal?
- Bien. Que... ¿de paseo por Santiago?
- Sí, vine a ver a mi chico. Está ahí - le señalo hacia atrás.

En ese momento recuerdo que tengo la mala costumbre de no presentar a la gente. Puede que sea mala educación, o simplemente que soy despistado. Para evitar confusiones e ir corrigiéndome decido presentárselo. Le pido que se acerque, que quiero presentarle a una amiga. En ese momento me doy cuenta de mi error.

¡Mierda!
No recuerdo su nombre.
¡Joder!
¿Y ahora qué hago?
¡Me cago en mi vida!
Ya no puedo volver atrás. ¡Piensa algo, rápido!

- Este... es Aser... mi novio - pronuncio lentamente para hacer tiempo.
No me queda otra opción. Me lanzo.

- Ella... es... una compañera de clase - dijo casi susurrando para disimular.

Mientras se saludan me fijo en su cara para tratar de averiguar si se habrá dado cuenta de mi despiste. Parece que no, pero no estoy seguro. Ella empieza a hablarme de su vida, del curso, de la gente. Yo muevo la cabeza arriba y abajo, mostrando interés, pero no escucho la mitad de las cosas porque no dejo de buscar su nombre en mi cerebro.
¡Ya está! ¡Ya me acuerdo!
Ahora sólo tengo que intentar meterlo en mitad de la conversación, con naturalidad.

- No veas el lío que tuvimos Cris y yo con los créditos. No sé si te enteraste... - me dice.
- Sí, algo comentó. Mandó un email diciéndonos "Ido y yo tuvimos muchísimos problemas con lo de la beca..." - respiro aliviado sabiendo que ya lo he resuelto, tarde pero eficazmente.


Mi vida es un cúmulo de despistes y olvidos. Recuerdo que hace años podía recitar mi libro de biología de memoria, palabra a palabra, con comas incluidas. Hoy no hago más que sudar frío cada vez que me encuentro con alguien conocido. No será la última vez que me falle la atención (o la memoria, no lo tengo muy claro), o que directamente quede como un maleducado. Supongo que es normal, que quienes me conocen tienen motivos para pensar eso. Esto me pasa por beber.