miércoles, 16 de noviembre de 2011

Más falso que un amigo de Facebook.

Muchas películas y series (por ejemplo, el capítulo en el que los Simpson viajan a Australia) explican que el agua de los retretes y lavabos del hemisferio norte gira en un sentido determinado y en el hemisferio sur en el sentido contrario. Es lo que se llama efecto Coriolis, forma parte de la cultura general y, sin embargo, es una falacia. No es que dicho efecto no exista (que va a ser que sí), sino que el sentido del giro del líquido no tiene nada que ver con él. En realidad está más relacionado con la superficie o la inclinación del desagüe, de manera que en cada casa el agua es libre de irse de la forma que le dé la gana (me encantará veros tirando de la cadena del water para comprobar que no miento).

Al igual que en este caso, muchos otros rumores se han colado y esparcido en nuestra cultura como un virus en nuestro cuerpo: el incidente de Ricky Martin con el perro y la mermelada, la supuesta hepatitis de Osama bin Laden cuando aún se escondía en una cueva, la carrera pornográfica del actor que una vez interpretó al Power Ranger rojo, la muerte de la protagonista de "El exorcista" tras el rodaje de la película, los caimanes albinos que viven en las cloacas de Nueva York, la chica (de nombre Verónica) que se aparece en espíritu si dices su nombre tres veces delante de un espejo (la leyenda urbana es la prima pija y moderna del rumor, por cierto)... Sé que quedan muchas otras historias falsas en el tintero, pero llevaría días hacer cuenta de todas ellas, aunque os invito a que comentéis las que se os vengan a la cabeza.


Para entender el papel de los rumores en la historia moderna hay que remontarse a la II Guerra Mundial: los nazis, además de ser unos excelentísimos malnacidos, fueron expertos en guerra psicológica. Gracias a ellos se puso en evidencia que el poder de la información es un arma más peligrosa que un hombre-bomba conduciendo el camión de reparto del gas. Desde entonces, todas las potencias mundiales han estudiado el rumor y el populacho ha usado estos conocimientos de formas que van mucho más allá del interés bélico.

Gordon Allport y Leo Postman (dos psicólogos estadounidenses) fueron quienes, a mediados del siglo XX, crearon la Teoría del rumor. Ésta dice que para que un rumor funcione debe ser relevante (que sea una historia con jugo) y ambiguo (difícil de contrastar y con varios niveles de interpretación). A estas dos premisas se le pueden añadir otras tantas para que la trampa sea más efectiva: que sea breve, que la fuente del rumor sea una persona importante o de confianza, que coincida con los valores y tradiciones de la cultura en la que se difunda, etc. Desde luego, yo añadiría el papel de las nuevas tecnologías en todo este asunto (mucho ojo con la Wikipedia, señoras y señores).

Ahora que lo sabéis, en vuestras manos está usar esta herramienta como modo de satisfacer vuestras más primitivas necesidades, pasar un rato divertido, ganar fama o simplemente vengaros de esa persona a la que tan poco amor queréis dedicar.