domingo, 3 de abril de 2011

Eros y Tánatos.

Sigmund Freud, ese viejo verde que (muy a mi pesar) es el más conocido de todos los psicoterapeutas, decía en sus trabajos que el ser humano se mueve por dos principios básicos, dos instintos que él dio en llamar "pulsiones": Eros, la pulsión de la vida cuyo fin es obtener el placer a través del sexo y la creación, y que se exterioriza a través de la libido (con b, sin tilde y en femenino, por favor); y Tánatos, la pulsión de la muerte, que está relacionada con todo lo que tiene que ver con provocar dolor, sufrimiento o destrucción.

Pandilla de pervertidos.

Aunque nunca estuve muy de acuerdo con el señor Freud, sí es cierto que algunas de sus ideas bien podrían explicar muchos comportamientos que, en principio, escapan a la razón. Y no me refiero a las guerras o a las parejas que convierten las discusiones en su modo de vida (que también), sino a cuestiones más cotidianas.

Dejando los fetichismos sexuales a un lado, a casi nadie le gusta auto-provocarse dolor, herirse o mutilarse. Y sin embargo, ¿cuánta gente se agujerea y se inyecta metales debajo de la piel para lucir tatuajes? ¿O cuántos hemos decidido perforarnos partes del cuerpo para colgarnos metales a modo de adorno? ¿Y por qué en tantos sitios se defiende con orgullo la amputación de prepucios o clítoris? Seguro que Sigmund tendría una buena explicación.

El otro día me acordé de lo placentero que fue para mí que se me cayeran los dientes de leche (otro tipo de mutilación, al fin y al cabo). Recuerdo que me encantaba sentir las encías blanditas y las muelas moviéndose, casi balanceándose. E ir tirando poquito a poco, hasta que un día ya estaban tan sueltas que casi no había que hacer fuerza para sentir una especie de crujidito y ver que ese diente ya no estaba en su lugar. Incluso después, el agujero que quedaba era todo un pasatiempo para la lengua. Lo recuerdo casi como un juego, pero reconozco que ahora mismo me parece algo repugnante.

Quizá si esto de perder dientes (y recuperarlos luego) fuese algo que durase toda la vida, tendría una nueva forma de malgastar mi tiempo. Que no es poco.

3 comentarios:

  1. A mi lo que me gustaba era el saborcito de la sangre cuando se me caía un diente.
    Suena un poco vampírico.
    Un abrazo

    http://allsmall-delgado.blogspot.com/

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  2. Eido, he leído libros de Freud y estoy de acuerdo contigo. Si bien es cierto que muchas de sus teorías son a veces llevadas al sexo de una forma casi descontextualizada, otras sí que este señor sabe sintetizar algunas ideas muy bien como es esta del Eros y el Tanatos (Que yo lo veo como te digo, un modo sintético de analizar algo pero tampoco creo en esta teoría en términos absolutos).
    Pero en fin, creo que es bueno contextualizar estas teorías con otros psicoterapeutas a ver qué dicen y opinan :)

    Un abrazo fuerte!!

    Manu UC.

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  3. jaja pero como mola, yo también recuerdo esa sensación, ya me gustaría revivirla, no es repugnante, es muy divertido, un saludo! :)

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