martes, 4 de enero de 2011

El peso de la moral.

Si me pudieseis ver como un personaje de dibujos animados, al estilo Looney Toones (lo sé, soy un viejo), veríais que sobre mi hombro izquierdo hay un angelito flotando que siempre me convence para que haga el bien, mientras que sobre mi hombro derecho no hay nadie. Sólo hay un cartel roído, mal pegado con cinta adhesiva arrugada sobre sí misma, en el que se leería algo como "Se busca demonio. No se requiere experiencia".

Para quien no haya pillado la metáfora (no es que os trate de cortitas/os, es que sé que estas fechas son muy malas para pensar) lo diré de otro modo: soy una persona con una moral asquerosamente rígida y tradicional. Ante cualquier conflicto siempre tiro hacia la bondad, el amor universal y los valores del catecismo judeo-cristiano (de ahora en adelante os doy permiso para llamarme pardillo). Lo cual no quita que me merezca más de un premio por haber provocado el mal ajeno, que conste...

Y a pesar de todo, siempre sentí una profunda admiración hacia los villanos.

En crisis sentimentales como la que estoy viviendo y ante el inminente replanteamiento existencial que estoy a punto de comerme con cuchillo y tenedor, una mayor amplitud de miras me vendría fetén. El problema es que, a falta de demonio que me tiente hacia el lado oscuro e intuyendo que el casting para seleccionarlo no va a convocarse en breves, las estoy pasando putas.

Ante semejante percal he optado por otra estrategia tan (in)válida como cualquier otra: la diana de la indecisión. Es un regalo de mi último cumpleaños y consiste en una diana a la que debes formular una preguntar y lanzar un dardo a ciegas. Allá donde caiga, obtendrás una respuesta. Mucho más rápido y fácil que conocer las opiniones de mis amigos (sinceras pero condicionadas), con la ventaja añadida de que
no hay remordimientos ni responsabilidades morales.

Los que me conocen ya saben que para mí el 2011 será (pretenderá ser) el año de la involución moral y las experiencias autodestructivas, dos formas bastante legales de acumular experiencia en la vida y perder algo de esa rigidez mental. Y si me equivoco, al menos paladearé la mierda como si fuera delicatessen.
Mesdames et messieurs, feliz año nuevo.

4 comentarios:

  1. Pero vamos a ver... que ser bueno también vende, hombre, que yo entiendo que uno tiene malas rachas y se plantea muchas cosas, pero, jo, se te ve buen chaval, no me seas cual /daiana/ (villana que albergó algún que otra pesadilla de mi infancia... y sueño sonrojante en mi primera pubertad, he de admitir), bello y perverso, de cabello cardado y maneras impecables.

    No te pega!

    (Feliz año :))

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  2. olvídate, lo superarás, y volverás a tu ser, cada uno es como es, por mucho que la vida lo trate mal, no cambiamos........ ya somos demasiado viejos como para ello. ánimo, y que triunfe el amor!! (en el sentido jipi y no sentimental)

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  3. Te diré, por si te sirve de consuelo, que comparar a Eglantine con los hiperchinos es un acto de pura maldad (comparar a Poppins con un mercado, otro tanto).

    Por otra parte, no he entendido bien si tiras hacia la bondad y el amor o hacia los valores judeo-cristianos. ¿Son cosas compatibles?

    No creo que ser bueno sea malo. Tal vez ser demasiado correcto sí lo sea, pero eso ya es otro asunto.
    Experimenta el lado oscuro si quieres. Al final volverás a tu punto de equilibrio, sea cual sea.
    Así funciona el universo.

    Un besito

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  4. oye! no busques al demonio, bastantes cosas malas trae consigo... yo ando en busca de un angel, para evitarme karmas en este año!!

    ser bueno siempre trae cosas buenas!...

    feliz año!

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